Pide al universo y él proveerá le decían. Ten cuidado con lo que deseas. Ten cuidado con lo que no quieres. Déjate llevar y fluye. No te pongas en lo peor porque tus pensamientos condicionan tus acciones. Pero, ¿sabes qué?. Que ella ya está cansada del sentido de humor del universo.

Ayer hablé con ella y estaba enfadada. No le quito la razón.

Muy enfadada me decía:

– ¡Me pregunto quién se está partiendo de risa allá arriba a mi costa!

La verdad es que la entiendo porque todos la animamos a que siga creyendo y, sin embargo, ese universo del que habla no para de traerle tazas y tazas de la misma ración. Con más de lo mismo.

Todos le decíamos que estuviese tranquila, que no iba a pasar lo que ella se temía. Sus fantasmas la visitaban. Avisándola. Diciéndole que no se fiase. Y ella, lejos de dejarlos tomar el control, los veía de frente y me pedía ayuda.

-Cuando me entren las paranoias y los miedos, te lo contaré a ti para que me ayudes a situarme. Necesito sacarlo fuera contigo para no cagarla en el terreno de juego. Para que no me condicionen cuando esté con él. – Me dijo preocupada.

Una vez más la entendía. Es duro cuando ves a una persona a la que quieres, pelear y entregarse con tanta fuerza. Es duro verla. Y si yo tengo miedo de que fracase, no me puedo imaginar el miedo que tiene ella.

Una vez más lo hizo tan bien. Y una vez más vino el universo a hacer de las suyas. Creando la situación más rocambolesca. De esas de cine. De esas que algún día podría contar y escribir un libro. Tienes que escribir un libro le decimos. Ella se echa a reír. La verdad es que es admirable porque llega a reírse cuando te las cuenta. Recordando aquel amor que se fue a París con tanta gracia que hace que casi se me olvide cuánto lo lloró.

Y ahora me toca verla una vez más. Verla llorar y enfadarse porque, una vez más, no entiende qué le pasa al universo. No entiende porqué le tocan las partidas más absurdas.

Una vez más me toca volver a animarla aunque sé que poco puedo hacer. Ella es la veterana de guerra. Una vez más me toca seguir viéndola en una partida que no se merece.

Yo tenía la esperanza de que esta sí fuera su batalla ganada.

Pero la gente es egoísta y miente. Ella lo sabe. Yo siempre le digo que no todo el mundo es así. Yo siempre le digo que merece la pena confiar. Y sé que ella seguirá haciéndolo porque no sabe, no quiere vivir de otra forma.

Ayer me decía:

– No pasa nada. Te tengo a ti. Podría no tenerte a ti. Y tengo la suerte de tenerte. Imagina que no te tuviese. Eso sí que sería una desgracia. No cambio nada de lo que tengo por nada de lo que me falta. Lo primero para mí es lo que tengo. Lo importante es lo mucho que amo todo lo que sí tengo. Nadie tiene todo lo que quiere pero pocos tienen la suerte de amar todo lo que tienen.

No pude evitar echarme a llorar. La abracé muy fuerte y me eché a llorar. Porque se merece lo más grande del mundo. Porque me parte el alma que le duela el corazón.

– Me da pena verte así- le dije.

– Lo sé. A mi también- me dijo. – Pero las cosas son lo que son y no me voy a pelear con ellas. Por mucho que duela hay que aceptarlas. Ahora estoy enfadada, estoy triste. Le pegaría al destino, al universo o a dios si creyese en alguna de esas cosas. Pero, las casualidades no existen. Todo pasa por algo. Aunque ahora mismo me pueda el mal humor y no entienda por qué.

Es curioso, que al final es casi ella la que me consuela a mí cuando debería ser al revés. Yo solo puedo abrazarla.

Las cabezas bien amuebladas son el mejor de los salvavidas. Es como tener un guardaespaldas. Un salvoconducto. Un amigo fiel. Y ella,…. ella y su cabeza son de las cosas que más admiro.

Con el tiempo ha aprendido a ser determinante con lo que no quiere en su vida y a poner su precio tan alto como se merece. Sin medias tintas.

Cuando lo ve necesario dice, alto y claro: – ¡Por aquí, no!

Las cabezas bien amuebladas protegen a los corazones más abiertos y a las tripas más entregadas.

Las cabezas bien amuebladas pueden quitarte la tristeza del tirón y regalarte la más amplia de las sonrisas.

Las cabezas bien amuebladas saben desconfiar de quien sale limpio de una batalla. Saben que quien se entrega y quien lucha tiene la mochila cargada y cicatrices en la piel y en el alma.

Las cabezas bien amuebladas están llenas de amor propio y de autoconocimiento.

Las cabezas bien amuebladas son libres. Son libres y se van. Toman sus decisiones aunque les duela. Porque saben que ahí está su responsabilidad y su fortaleza.

Y ella… Ella es amor y yo la quiero.

Por ella sufro yo.

Sólo por ella.