SOLA (CARA B)
Llamadas, reuniones, clases, entrevistas, papeleo, y un largo sin fin de obligaciones y tareas ocupaban su día a día. No había tiempo para verse a sí misma y pararse a pensar. Tiempo para respirar y para no hacer nada. Por eso adoraba el fin de semana.
Era sábado, y se despertó a la hora que sus ojos decidieron que había dormido lo suficiente. Sin embargo, su cuerpo todavía no estaba de acuerdo. Todavía remoloneaba y se sentía pesado. No había prisa. Estiró su brazo derecho y tiró de la correa de la persiana para abrirla hasta que entrase un poco de luz. Un rayo de sol iluminó su cama y el enorme espacio vacío que había a su lado. Pocas cosas le gustaban más que estirarse hasta ocupar todo el colchón y sentir cómo crecía un par de centímetros. Cogió su teléfono y decidió dedicar los próximos minutos a cotillear las redes. Era su momento cotilla. Momento que acabó siendo de una hora y al que puso fin su estómago con un enorme rugido. Momento maravilloso. Sin mensajes. Sin llamadas.
Se dirigió a la cocina dispuesta a prepararse un delicioso desayuno. Un huevo, mantequilla, harina de avena, canela y cacao puro. Cada mañana su mente le daba las gracias a su ex. Dicen que de todas las relaciones se saca algo positivo. Ella había sacado el saber preparar unos muffins de chocolate sanos y deliciosos en sólo cinco minutos. Lo demás era otra historia. Bebida de almendras y más cacao puro. Cómo disfrutaba de ese primer trago caliente y amargo. El teléfono seguía en silencio. Sin mensajes. Sin llamadas.
Efectivamente, hacía buen día. Enseguida se visualizó en la playa. En uno de sus lugares favoritos del mundo. Cogió su cámara de fotos, se puso el chándal y cogió el coche. De fondo sonaba “Ride” de los “Twenty one Pilots” y la puso una y otra vez hasta que llegó a su destino mientras la cantaba desentonando a lo loco.
Una hora…dos…., el tiempo pasa deprisa cuando haces algo que te apasiona. Y observar el mundo tras un objetivo conseguía trasladarla a un lugar de felicidad indescriptible. Le apasionaba intentar captar con la cámara todo aquello que veía con sus ojos. Observaba a la gente pasear y pasar a su lado. Inspiró fuerte y pudo sentir ese aire recorrer todo su cuerpo. No podía ser más feliz. No podía dejar de sonreir. Tras un largo paseo volvió a casa. Todavía no tenía hambre así que se puso a ver todas las fotos. Era como seguir todavía en la playa. Ella. Sin mensajes. Sin llamadas.
Vio por la ventana. Seguía haciendo un buen día. Pero sólo le apetecía estar sola. Sin ruido. Sin gente. Cogió un libro y se sentó en su sillón de lectura. Porque sí, tenía un sillón de lectura. Un rincón especial donde podía fundirse y escapar. Donde las horas podían pasar sin darse cuenta. Y así lo hizo. Hasta que su estómago volvió a darle un aviso. Se dirigió a la cocina y se preparó un suculento manjar. Y volvió al salón. Puso una de sus series favoritas y los capítulos fueron transcurriendo hasta que se hizo de noche.
No hubo mensajes.
No hubo llamadas.
Sólo ELLA.