YO NO SOY HEIDI KLUM. ¡¡YO SOY ASHLEY GRAHAM!!
Por suerte, últimamente está cobrando mucha fuerza el fenómeno BODYPOSITIVE. Un fenómeno que reivindica el derecho de todos los cuerpos a ser considerados hermosos. Un movimiento en contra de los estándares y de los cánones de belleza establecidos que nos dicen que hay que ser de determinada manera para ser bella.
Hoy en día tenemos a modelos como Ashley Graham que están siendo portada de revistas hasta ahora reservadas exclusivamente para mujeres con medidas 90-60-90. Mujeres que no representan a la gran mayoría y que crean proyecciones irreales para otras muchas que se comparan (nos comparamos) y se ven llenas de defectos por mejorar.
Ver a Ashley Graham en bikini, luciendo sus grandes curvas, su celulitis, sus estrías y manifestándose maravillosa nos hace al resto compararnos con imágenes reales y próximas a nosotras mismas. Nos hace vernos al espejo y decir: ¡Sí nena! ¡Estás maravillosa! Nos hace atrevernos a ponernos ese vestido ceñido que marca nuestro culazo.
Que haya elegido a esta modelo no es casualidad. Particularmente me veo bastante similar a ella. Después de muchos años odiando mi cuerpo y otros muchos aprendiendo a quererlo; por fin llegas a un momento en el que te sientes Ashley!
Pero sentirte Ashley no te libra de estar rodeada de personas que se sienten en la libertad y en la necesidad de seguir juzgándote por no entrar en ese plano estereotipado. Personas que te ven hacer deporte y se sorprenden, o piensan, nunca llegarás a estar delgada. Perdona cari, pero no hago deporte para cambiar mi cuerpo. Hago deporte para cuidarlo porque lo quiero! Personas que al no ser delgada parten de la idea de que te pasas el día sentada en el sofá y zampando bollos. Personas que, sin conocerte, asimilan que llevas una alimentación y un estilo de vida descuidado.
Más sorprendente es todavía cuando acudes a un centro médico de estética para asesorarte sobre algún tratamiento no invasivo que te pueda ayudar a perfeccionar y a modelar tus curvas. Más sorprendente es entrar y sentirte juzgada como cuando ibas al colegio y medías 20 cm más que el resto, por un doctor experimentado y reputado que nada más hacer la comparativa de tu altura y de tu peso se dirige a tí y te habla como si fueses: esa maldita gorda que se pasa el día sentada y comiendo chocolate y ahora quiere milagros.
Un señor que al verte te compara con Heidy Klum y empieza a decirte todo lo que sobra en tu cuerpo y que hay que eliminar. Sin preguntarte tan siquiera si tu pretensión es parecerte a ella. Le da igual. Él ha hecho su veredicto nada más verte de lo que eres y de lo que deberías ser y dedica los 30 minutos de consulta a intentar hacerte ver que todo lo que tienes en tu cuerpo que te aleja de lo que ella es, es horrible y merece ser eliminado.
Pero no, señor doctor, yo no quiero ser Heidi. ¡Yo quiero ser Ashley! Aunque sobra decir, que si llega a ver una foto de esta modelo hubiese empezado a dibujar encima de su silueta todo aquello que él cortaría, absorbería, eliminaría y volvería a coser. Y no señor doctor. Ashley es perfecta así!
Para este señor, hacer tratamientos no invasivos con alguien como yo es como “eliminarle la joroba a un camello a base de matarlo de sed”. Y sí. Esa frase salió de su hermosa boca. Bajo su criterio, nada de ello consultado con la afectada (osea, yo), la única solución a mi desastre corporal son dos liposucciones y una abdominoplastia por el módico precio de 25.000 euros.
Sí señores, ¡Estoy a 25.000 euros de ser Heidi Klum! O esperad….igual esto sólo sería el principio. Luego habría que recoger toda la piel que me sobra…habría que hacerme un lifting, quizás operarme la nariz (por dios, eliminar la genética de mi madre de mi cara sería un sacrilegio), subirme los pechos y vete tú a saber qué más.
Se despidió de mí aconsejándome una alimentación sana y deporte. Algo que dio por sentado que no hago, a pesar de que, en algún momento de su monólogo destructivo introduje a modo de apunte personal. Obviamente, para él que alguien como yo diga que hace deporte es sinónimo de un paseíllo ligero con sus hijos en el parque. Ridícula le resultaría la idea de imaginarme en una clase de spinning, de gap o de bodypump. A donde irá esta gorda horrible?, pensaría él.
Ni que decir tiene que, en la media hora que duró en total la tortura personal por la que pagué 100 euros, llegué a sentirme anulada. De repente, pasé a estar otra vez en el patio del colegio y a estar rodeada de niños y niñas llamándome gorda. Volví a encontrarme con esa vecina cotilla que me dice lo “grande que soy” y no como un piropo a mi gran personalidad. Volví a sentirme con 15 años viendo a Claudia Schiffer en una portada y pensando que nada está bien en mí. Y ese sentimiento me llevó a quedarme callada. A asentir sutilmente a sus palabras y desear en mi foro interno salir de allí para poder llorar.
Y eso hice. Cerré la puerta de aquella consulta y lloré. Dos lágrimas recorrieron mis mejillas. Y nada más. Ya está. Porque a mi edad sé que mi cuerpo no tiene nada de malo. El problema está en la mente de personas así. A estas alturas de mi vida tengo un autoestima, un amor propio y una autoimagen lo suficientemente sólida como para saber verme por encima de actitudes como la de este señor.
El problema está en que me lo pude haber encontrado con 20 años y los efectos hubiesen sido demoledores. El problemas es que niñas de 20 años y mujeres con una gran inseguridad se lo encontrarán y saldrán de su consulta convencidas de que son horribles y que sólo un dineral sería capaz de hacer de ellas unas personas bellas. El problema es que existan personas que se crean por encima del bien y del mal. Personas que se creen con el derecho a juzgar a las demás sin conocerlas y a decirles cómo deberían ser bajo su criterio egocéntrico y tirano.
Así que no Señor Doctor: Yo no soy Heidi Klum. ¡¡YO SOY ASHLEY GRAHAM!!